La «nueva normalidad» en el trabajo municipal en Bariloche
Hoy cumplen tareas presenciales un 42% de los empleados municipales, otros realizan actividades remotas y un 17% está exceptuado por estar en grupos de riesgo.
Con la excepción de la provincia y todas sus dependencias, el Estado municipal es el empleador más importante de la ciudad, con una nómina de 1.891 trabajadores de planta y contratados, que superan los 2.000 si se suman los políticos.
Por eso fue importante, desde el comienzo mismo de la cuarentena, determinar quienes y cómo cumplirían tareas, para mantener en funcionamiento la administración y la prestación de servicios, sin desatender los protocolos sanitarios.
A comienzos de abril los que realizaban trabajo presencial eran apenas un 18% y en la actualidad llegan al 42%. Otra franja numerosa cumple tareas de manera remota, mientras que otro grupo de municipales están exceptuados de trabajar mientras continúe la crisis. En un principio fueron el 21% del total y hoy rondan el 17%. Entre estos últimos figuran los grupos de riesgo por razones de edad, por sufrir enfermedades crónicas y las personas con licencia para el cuidado de sus hijos, ante la suspensión de clases.
La dinámica de trabajo en el municipio no es algo simple de organizar, porque las áreas y tareas específicas integran un mapa variadísimo, que va desde la recolección de residuos y el monitoreo de videocámaras (dos servicios que nunca se detuvieron, aun en la cuarentena más estricta) y otros que nunca fueron requeridos, por ejemplo el personal de la escuela La Llave y los centros infantiles, cerrados hasta nuevo aviso.
En el medio hay múltiples especialidades como las cuadrillas de Servicios, encargadas de mantener las calles y pluviales en condiciones; los inspectores de Comercio y de Tránsito; el personal de Hacienda, encargado de cobrar las tasas, administrar pagos y liquidar los sueldos;los juzgados de faltas; las delegaciones y el vasto equipo de Desarrollo Social, que también permanece activo desde el primer día.
En el gobierno municipal saben que el funcionamiento general no se puede desatender, porque existen servicios indispensables y también porque hay además un aspecto sensible en juego: la percepción del contribuyente. Para reclamar el pago puntual de tasas hay que mantener un piso de atención y eficiencia. Si el municipio transmite una imagen de parálisis, así sea para minimizar los riesgos de contagio, la recaudación se caería todavía más.
Ese difícil equilibrio es una de las preocupaciones de la secretaria de Planificación y Evaluación de Políticas, Gabriela Rosemberg, que tiene a su cargo el área de Recursos Humanos.
Rosemberg explicó que desde el primer momento diferenciaron entre tareas esenciales y no esenciales y se propusieron organizar el trabajo de modo compartimentado, en unidades chicas, para acotar los perjuicios operativos en caso de que aparezca un positivo de coronavirus. “Aislar un sector completo generaría serios problemas”, explicó.
Evaluaron “los riesgos asociados” en cada caso y también previeron, perfiles en mano, quiénes podrían ser reemplazos inmediatos en algunas funciones clave, especialmente las direcciones y jefaturas.
El personal jerárquico fue toda una complicación porque la edad promedio en esa franja es alta y varios de los jefes con experiencia quedaron exceptuados de trabajar en forma automática porque tienen más de 60 años o enfermedades que los colocan en situación de riesgo.
Rosemberg dijo que ese esquema de alternativas y “planes B” se vio facilitado con la declaración de emergencia económica, social y de servicios, adoptada por ordenanza a fines de marzo. Esa normativa permite cambiar tareas y horarios del personal con una flexibilidad que no estarìa permitida si se sigue en todo la letra del Estatuto.
Según la funcionaria, algunas tareas fueron suspendidas por completo al inicio de las medidas de aislamiento y se reanudaron de a poco con el correr de las semanas. Mencionó a modo de ejemplo el personal de las delegaciones y los inspectores de Tránsito.
Otras se mantienen restringidas, entre ellas la atención directa al público. Las ventanillas y mostradores nunca volvieron a tener libre acceso y en el último tiempo se realiza atención con turnos previos. En Hacienda hay carteles que exhortan a realizar pagos por transferencia bancaria, mientras que para otros trámites la propuesta es operar por mail o por whatsapp.
Evitar la parálisis
El secretario general del Soyem, Ernesto Losert, dijo que los trabajadores son conscientes del perjuicio que puede provocar una parálisis prolongada. “Una vez que pasó el primer momento, la gente vuelve a trabajar, tratamos de resolver problemas y que sean cada vez más -señaló-. Entendemos que de otro modo se cae la economía del municipio y así perdemos todos”.
Cuestionó las expresiones del intendente Gustavo Gennuso, cuando dijo hace pocas semanas que sólo había un 20% del plantel municipal en funciones. “En ese momento ya eran más de la mitad” aseguró. Rosemberg dijo que hoy son “entre el 50 y el 60%” los municipales que trabajan con normalidad. Aunque algunos con turnos reducidos.
Un ejemplo es el Tribunal de Contralor, donde acordaron un régimen mixto y cumplen tareas en la oficina los lunes, miércoles y viernes de 10 a 13.
Cambios que van a quedar
Rosemberg dijo que la necesidad forzó al municipio a acelerar algunos cambios que estaban previstos, pero con otros plazos. Por ejemplo la digitalización completa de los trámites de obras. “Antes un expediente podía demorar tres años y ahora sale en 18 dias -refirió-. Eso es algo que no va a volver atrás”.
También reconoció que la planificación debió ajustarse a los espacios físicos, que en muchos casos están lejos del ideal. Hay oficinas y pasillos que por su estrechez impiden mantener el distanciamiento mínimo. Y por ahora permanecen deshabitados. El caso más significativo es el edificio de Moreno y Ruiz Moreno, donde funcionan la oficina de Empleo y la Junta Electoral, entre otras dependencias.
Desde el Soyem, Losert opinó que la organización del trabajo en la emergencia “se podría haber instrumentado mejor si no hubiera tantos problemas de telefonía y de redes”.
El municipio realizó un seguimiento puntilloso de la situación laboral de cada trabajador a lo largo de la cuarentena y lo volcó en un gráfico, según el cual el trabajo “no presencial” llegó a ser del 60% al comienzo de la cuarentena y hoy bajó al 40%. Los trabajadores eximidos por razones de enfermedad y por prescripción médica fueron al principio casi 400, más otros 250 con licencia para atender a sus hijos.
En el desglose por áreas surge que la Jefatura de Gabinete, por ejemplo, empezó con un bajísimo porcentaje de trabajo presencial, pero hoy ya supera el 55%. En Desarrollo Humano trabajan en presencia el 40% de los empleados, en Hacienda el 51%, en Fiscalización el 48% y en Servicios el 70%.
Regulación ausente
Como ocurrió en muchas empresas, la necesidad de adoptar modalidades de “teletrabajo” para movilizar a los empleados lo menos posible y mantenerlos en sus domicilios obligó al municipio a improvisar sobre la marcha.
El Soyem no formuló objeciones, pero mira con desconfianza algunos de los hábitos que se comenzaron a instalar y ya advirtió sobre la necesidad de una regulación.
Gabriela Rosemberg, en representación del gobierno, admitió que sin la voluntad del trabajador sería imposible de instrumentar la tarea remota, ya que hay limitaciones insalvables en materia tecnológica. Cada agente que trabaja desde su casa debe hacerlo con equipamiento y conexiones propias. El municipio no proveyó a nadie y sólo instaló donde hizo falta el programa “PGM”, para que el trabajador pueda acceder a los sistemas del municipio.
“El teletrabajo es un tema que nos demanda reuniones de revisión permanentes”, refirió la funcionaria.
El secretario general del Soyem, Ernesto Losert, dijo que cuando se legisle sobre el tema será indispensable establecer cómo se acota y se certifica el cumplimiento del horario, y lo importante de garantizar los elementos de trabajo. “Hay que proveerlos de alguna forma” aseguró.
Señaló que una práctica no prevista, que se empezó a instrumentar de hecho es el de “guardias pasivas”. Es decir, el agente que no está con tareas efectivas, pero sí disponible en su casa, con el teléfono abierto por si lo necesitan. Rosemberg admitió “se empezò a usar en la práctica” porque es una necesidad en el contexto actual y que debe ser regulada, como ya ocurrió hace unos días con los turnos rotativos.
Para Losert, el tema de las guardias “hay que verlo con mucho detalle, porque puede terminar en un mayor costo si no lo manejan bien”.
Un caso de adaptación
El municipio cuenta con un plantel numeroso en la subsecretaría de Deportes que de un día para el otro quedó ocioso, porque los gimnasios están cerrados y esa área suspendió en forma abrupta toda actividad.
Luego de algunas semanas en las que nadie les asignó tareas, los “profes” fueron convocados para prestar un nuevo servicio y se reconvirtieron en “preventores”.
Una de las necesidades que fue advertida desde el Comité de Emergencia fue la de reforzar el mensaje a la población para evitar, sin excusa posible, los encuentros y reuniones sociales. Con la capacitación previa del caso, los trabajadores del área de Deportes armaron equipos para recorrer casa por casa, acompañados por agentes sanitarios, e instruir a los vecinos sobre las conductas recomendadas y la importancia de cuidarse de los posibles contagios.